Gadafi y la izquierda.
por Alfredo Michelena @Amichelena.
La crisis en el Magreb y en especial la forma en que Gadafi reaccionó provocando la masacre de su propio pueblo, debe ser motivo de reflexión de la izquierda latinoamericana y esperamos de la venezolana. Al grito de “eliminar las ratas” el coronel libio endilgaba a sus seguidores para que “casa por casa” acabaran con ellos, mientras aviones y tanques disparaban a la población. La izquierda criolla poco ha condenado estos hechos, más bien, los bolivarianos han seguido las orientaciones del comatoso Fidel quien rápidamente transformó la cruel ignominia en una lucha contra el imperialismo. Entonces, muchos comenzaron a repetir en coro: “el imperio quiere cogerse el petróleo” obviando la masacre de un pueblo. Y pasaron de el “no me consta” al “hay que evitar una intervención militar imperialista”.
Hay muchos compromisos de la izquierda con Gadafi. Ha financiado a las guerrillas desde Irlanda hasta Colombia; las FARC le pidieron US$100 millones para comprar misiles tierra-aire en 2000, según la computadora de “Raúl Reyes. Por su tienda o jaima presidencial pasaron muchos guerrilleros y golpistas incluyendo algunos chavistas como el teniente coronel William Izarra, así como otros muchos venezolanos que ahora callan frente a la masacre. Es hora de pagar y lo hacen con su silencio o con su apoyo. Por cierto, Fidel, Evo, Ortega y Chávez fueron distinguidos con el degradante Premio Gadafi de Derechos Humanos (DD.HH.), ¡que vergüenza!
Lo que deben plantearse los hombres y mujeres progresistas es si el hecho de ser antiimperialista perdona las violaciones de los DD.HH., el genocidio, las crímenes de guerra y de Lesa Humanidad. Si la respuesta es si, como es el caso de Chávez, los hermanos Castro y Daniel Ortega, no estamos hablando de derechas o izquierdas sino de dictadores y asesinos. Esta inmoralidad se extiende en forma de complicidad, entre los gobiernos regionales que han promovido o aceptado el diálogo sin compromiso con los Castro. Y suspendieron su exclusión de la OEA porque ‘fue impuesta por el imperio’, olvidando su sistemática violación de los DD.HH. La promoción y defensa los DD.HH. y las libertades fundamentales son los cimientos sobre los cuales deben construirse las sociedades en el siglo XXI. Es el punto de encuentro para un dialogo político y social permanente y fructífero, al interior de las sociedades o entre ellas. Si la izquierda quiere sobrevivir en este siglo debe convertirse en defensora de los DD.HH. pero no por conveniencia sino por convicción.
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